Bancos centrales y burbujas
En Chile, actualmente hay síntomas clásicos del boom generado por tasas de interés artificialmente bajas
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Axel Kaiser
Puedo calcular el movimiento de los astros, pero no la locura de la gente. Así se quejaría amargamente Isaac Newton luego de perder una fortuna en la burbuja del Mar del Sur en 1720. Totalmente desconcertado, Newton atribuiría el evento a la locura colectiva, algo que Alan Greenspan rebautizaría como exuberancia irracional.
Un similar argumento daría Key
nes en su famosa Teoría General, atribuyendo el ciclo de negocios a los animal spirits. Con esta expresión, Keynes se refería esencialmente a la imprevisibilidad de la psicología humana y a su rol determinante en las crisis económicas.
La verdad, sin embargo, es que las burbujas y el ciclo de negocios se encuentran lejos de ser fenómenos totalmente imprevisibles e irracionales. Si así fuera, el Banco Central chileno no podría haber advertido que existe una burbuja bursátil en nuestro país. Lo que no dice -y aquí la clave para entender las burbujas-, es que la liquidez que el mismo Banco Central artificialmente ha inyectado a la economía en el último año y medio para mantener las tasas prácticamente a un 0% -hoy es algo más de un 1% real- es, en parte al menos, la responsable de la burbuja y de la súbita recuperación de la economía chilena. Como diría Ana Schwartz, coautora junto a Milton Friedman del clásico La historia monetaria de los Estados Unidos, si se investigan las manías, en cada caso fue la política monetaria expansiva lo que generó el boom en un activo en particular.
Schwartz por cierto, tiene razón. Tanto en la burbuja del Mar del Sur, como en la Tulipomanía holandesa, como en la burbuja inmobiliaria y bursátil de los años 20 que terminara en la Gran Depresión, sin hablar de la última burbuja que reventó en 2008 y la actual de los bonos del tesoro, se constata la presencia de bancos centrales y la creación artificial de crédito.
En Chile, actualmente hay síntomas clásicos del boom generado por tasas de interés artificialmente bajas: razones precio/utilidad de acciones fuera de proporción, utilidades bancarias sorprendentes, incremento sostenido del consumo sin un sustento equivalente en productividad, presiones inflacionarias que comienzan a avizorarse y un despegue del sector inmobiliario digno de mejores tiempos.
Otro aspecto común a las burbujas es que, a pesar de la evidencia, la mayoría de expertos desacreditan toda alarma sobre la trayectoria insostenible de las cosas. Famosos son los papers de la Reserva Federal antes de la crisis de 2008 descartando cualquier burbuja inmobiliaria. También lo son los cientos de economistas que en cada ocasión han asegurado que los buenos tiempos se mantendrían indefinidamente. Vea usted lo que decía el celebrado Keynes en 1927, mientras Ludwig von Mises alertaba sobre el inminente colapso de la economía: No tendremos más crashes en nuestro tiempo. Veo a los mercados muy interesantes y los precios bajos. ¿De dónde va a venir entonces una crisis? Ejemplos como este abundan.
Lo concreto es que en nuestro caso, todo parece indicar que el Central tiene razón. Y si es así, los temores de un alza desmedida de la inflación -que será atribuida a factores externos desde luego- lo llevarán sucesivamente a incrementar las tasas de interés poniendo freno al boom y a la burbuja.